lunes, 14 de octubre de 2019

Magia Plateada

Photo by Luca Huter on Unsplash

Contemplaba la plateada, solitaria, silenciosa y brillante luna que se mostraba imponente en el firmamento.... ella no estaba sola, tenía a un compañero profundamente caballeroso que la sostenía con su brazo.  El sabía cuanto ella admiraba la luna, y como ella se dedicaba a contemplarla, para viajar a espacios llenos de romanticismo, magia, inspiración.... La luna y ella compartían una complicidad de por vida, entre ellas hay una Sagrada intimidad, un vínculo único y eterno...everlasting.  Por eso, el quiso llevarla allá sin que ella supiera, una vez dentro del vehículo, el con delicadeza le cubrió los ojos; ella lo permitió, sonrió, confió; y el, condujo con el corazón rebozando de pura energía masculina porque sabía que lo que hacía lo volvería irresistible e inolvidable para ella.  

Cuando llegaron a lo alto de la montaña, el apagó el motor de su vehículo, se bajó, contempló el lugar que parecía haber sido preparado por unas hadas mientras ellos llegaban, había una pequeña explanada que estaba cubierta por pasto plateado y miles de estrellitas que habían caído del cielo esa noche; en el centro había un trono sencillo que esperaba a la princesa para darle sentido a su existencia;  el observó que colgando del ciprés se había quedado como olvidada una corona silvestre... estaba tejida con florecillas de distintos colores. 

 Si definitivamente, las hadas habían estado allí, 
como cómplices de ese caballero enamorado....

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El bebé que recién llegaba a esta existencia, sonreía en su pequeña cuna, todos estaban sorprendidos por verlo sonreír apenas 6 horas después de haber nacido, parecía no estar asustado como la mayoría de los bebés al nacer; su madre aún estaba siendo atendida por los médicos, la cirugía de cesárea la debilitó bastante y aún no despertaba. Su bebé había nacido a la 12:01 am, y ella quedó en un profundo sueño minutos después de contemplar a su hijo, su carita era brillante, sus ojos irradiaban luz propia, y sus manitas se agarraron fuerte a las de ella, lo amamantó... y no supo cuando se lo llevaron para ser atendido por los médicos neonatológos, porque ella quedó dormida, con una sobredosis... de oxitocina... 

Soñaba con unas hadas que estaban muy ocupadas, preparando la coronación de una princesa.  Eran muchas hadas que supremamente coordinadas sembraban pasto plateado en la cima de la montaña, roceaban con alegría polvo cósmico sobre el pasto, para que parecieran estrellas caídas del cielo.  Las más fuertes empujaron el tronco viejo y partido de un árbol y lo colocaron en el centro del pasto, y las 25 hadas de las flores recogieron en la otra montaña millones de florecillas lilas, blancas, amarillas y algunas ramitas verdes... las trajeron para que el Hada Reina tejiera con cuidado la corona de la próxima princesa.  La Reina estaba absorta tejiendo la corona, había esperado por años esa coronación, sabía que era la noche indicada... porque la luna se lo había confiado, así que todo debía estar listo para cuando la princesa llegara....

De pronto sintieron un ruido fuerte, y unas luces que no eran del cielo, 
todas las hadas se asustaron, la Reina  estaba terminando la corona 
pero no podían ser vistas por ningún humano, 
así que en su afán por esconderse la corona se le quedó enredada en una rama del ciprés... 
 Y con tanto alboroto que hicieron las hadas, 
muchas hojas del ciprés cayeron al pasto.

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Chía, ya había olvidado esa etapa a la que no le gustaba renunciar cuando era adolescente: la del cortejo.  Las veces que disfrutó del cortejo y daba el paso para iniciar un noviazgo, ella se daba cuenta que esa etapa de la conquista terminaba, la de los nervios, de no saber si le gusto o no.... de mostrarme pero no tanto... será que hoy si me llama, y si lo llamo yo... el susto cada vez que sonaba el teléfono de la casa por pensar que era... el, y luego la desilusión porque era otra vez la tía, esa sensación en las fiestas de adolescentes, donde bailar con el chico que le gustaba era el máximo objetivo, la etapa en la que ella se arreglaba por si lo veía. Esa etapa no volvía apenas iniciaba el noviazgo, y ella lo lamentaba, porque eran momentos mágicos, de incertidumbres, que ella disfrutaba muchísimo porque prefería el romance sutil, el saber y no saber, el de dejarse conquistar.  

Después de 25 años de matrimonio, esa etapa estaba suprememante lejos... olvidada.... empolvada....  pero lo que ella no sabía es que su inconsciente la tenía reservada para recordársela justo en el momento en el que fuese necesario renovar la pasión entre ellos.... para avivar su brillo interno..... 


Así que mágicamente, el domingo en la madrugada, 
iniciando la luna su fase de plenitud, Chía estaba despertándose, 
pero el sueño la tenía atrapada entre el inconsciente y la conciencia,
 y le mostraba imágenes tan claras 
que Chía sabía que se las estaban revelando con algún propósito transcendente, 
así que prefirió seguir durmiendo...


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El se volteó hacia el auto, le abrió la puerta a ella, le ofreció su mano y Chía salió del auto, con su otro brazo la cubrió como cobijándola, y le dijo que ya podía descubrir sus ojos.... Ella sonrío, se destapó sus ojos, y quedó en silencio.... contemplando lo que ya había visto en sueños, avanzaron hacia la explanada muy unidos, lo guiaba un camino cubierto de las hojas caídas del ciprés japones, el tomó la corona de florecillas y se la colocó tan suavemente que ella no lo notó, pero el disfrutó verla tan hermosa, radiante, tan sensual y tan sutil, tan libre y tan de el...
   Ella caminaba como hipnoptizada por la luna... la estaba esperando...  se sentó en el trono y el a su lado, le ofreció su brazo y su pecho de respaldo; así la princesa estaba cobijada, acompañada, cuidada, comprendida, silenciosamente comprendida 

El la acompañaba con suma caballerosidad, ella contemplaba y disfrutaba el momento, se mostraba graciosa, sensual pero no explícita, el la acortejaba, se aproximaba a ella sin invadirla... como si su espacio le pertenecía desde la Eternidad... no se besaron, pero explotaban de ganas...

Y Chía, disfrutaba ese mágico momento, la sensación de saberse cuidada, mas no sobreprotegida, amada, respetada, acortejada.... sin invasiones y al mismo tiempo sin preguntas...

...conquistarla es un casi un arte, y está reservado para un caballero escogido desde la Eternidad, escogido por la luna...


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El era hijo de la luna, ella escogió su noche de esplendor para que naciera... por eso no lloraba, porque la luna lo arrullaba y calentaba con su luz, y el estaba feliz de poder ver a su madre Eterna: la plateada, solitaria, silenciosa y brillante luna.  
Todos seguían contemplándolo asombrados, porque sus ojos irradiaban una luz especial, y no sabían como describir el color de sus mejillas, eran blancas pero no pálidas, brillaban pero no había una luz que se reflejara en ellas... el bebé traía su propia luz, su brillo interno....

Su mamá despertó, preguntó por su bebé y de inmediato se lo trajeron 
para que lo amamantara de nuevo.... 
ella sonrió al verlo tan feliz, tan brillante....
 lo miró con amor eterno, y supo que en él su magia trascendería,
 había nacido una noche de Luna Llena, 
por eso nunca estaría solo,
 su madre Eterna le había escogido una princesa
 tan radiante como el y tan mágica como la noche en que nació..