jueves, 21 de noviembre de 2019

Nostalgia navideña de una inmigrante Venezolana

Si, llegó la navidad y mi corazón se arruga nuevamente por la nostalgia de esta inmigración forzosa que ya he aprendido a "bailarla" todo el año, excepto en navidad.  


Cada Navidad que forzosamente he pasado fuera de mi país natal, ha sido profundamente nostálgica, no hay un lugar en esta ciudad que me "alegre"... no hay una propuesta de ¿que hacemos este año? que me anime.  Sinceramente aún no he aprendido que hacer en Navidad, estando fuera de mi tierra, mis olores, mi gente, mi casa materna, mi música... mi lugar.


Este año, a diferencia de los 3 anteriores, estoy decidiendo escribir sobre esto, aceptar mi duelo, mirarlo de frente, escucharlo, validarlo.  Este año, ha sido el más liberador de todos los que he vivido como migrante.  Y lo mejor que he aprendido ha sido la gestión de mis emociones: Después de 44 años de vida, aprendí que somos seres principalmente emocionales (y no racionales como creía); así que en la medida en que aprendo a gestionar mis emociones (todas válidas) en esa medida estoy viviendo mejor, es decir, en cada experiencia en la que gestiono mejor mis emociones, me estoy sintiendo en mayor armonía conmigo misma; y naturalmente, esa armonía la veo reflejada en todas mis relaciones personales.


Lo primero que comprendí, asimilé y puse en práctica de forma 100% consciente fue que a mis emociones necesito aceptarlas y nombrarlas, y para llegar a eso es imprescindible ESCUCHARME a mí misma: ¿qué me pasa? ¿por qué estoy como estoy, o me siento como me siento?, y con este aprendizaje práctico estoy llegando a la Navidad 2019.  


Por eso opto por nombrar este rollo emocional como "Nostalgia navideña de una inmigrante", casi suena a título de una novela... jaja. Aún no tengo idea de cuál será el desenlace, y mucho menos el capítulo final, pero tengo la esperanza que al darle nombre a este sentir, atenderlo de frente, sin hacerme "la loca", voy a tener más posibilidades de "bailar" con mi nostalgia y no dejar que me aplaste. 


El año pasado, esta nostalgia la sobrellevé hasta el 31/diciembre a las 6 de la tarde, cuando mi cuerpo estalló con un dolor insoportable de estómago; que nos impidió salir de casa ese día, esa noche, ese fin de año.  Fue el resultado de no darle la cara a la nostalgia, pues me dediqué a trabajar todo diciembre, esquivando el tiempo libre para no llorar, para no entristecerme... pero las emociones no se eliminan sino que se transforman, y mi cuerpo transformó la nostalgia en una inflamación dolorosa de mi sistema digestivo... si claro, mi cuerpo tomó acción por sí solo, porque yo conscientemente no hice nada efectivo.  


Este año estoy diciéndole a este rollo, a este sinsabor, te llamas "nostalgia navideña", este año decido detenerme, ser más valiente, y ESCUCHARME, y así me comprendo y me acepto: tengo 3 años sin pasar navidad con mis  padres, 4 años sin estar en Venezuela, en mi suelo, en mi lugar... wow, ¡que duro! y me abrazo porque sé que es doloroso estar lejos de mi amada Venezuela.


¿y después? bueno, ya veré.  Pero el sencillo y valiente paso de detenerme, escucharme, darle nombre a mi sentir, aceptarla, validarla... me libera del pecho un suspiro gigante, ya lo siento menos apretao'. 

Sigo estando lejos, pero ya me permito estar nostálgica, no soy de hierro, ni tengo que serlo.

Soy forzosamente migrante, soy una mujer, esposa, hija y madre Venezolana que dejó su país para sobrevivir y garantizar mi sobrevivencia, la de mis hijos, la de nuestro hogar.
Esta es mi realidad, y si, es dura, pesada, difícil.
También loable. 


Navidad sin olor a Venezuela, sin mis compadres, sin mis panas de la vida, sin mis gaitas, sin mis pesebres con musgo natural, sin el delicioso dulce de lechoza, sin escuchar en las misas el aguinaldo típico con cuatro y charrasca: "si la Virgen fuera andina y San José de los llanos, el niño Jesús sería un niño Venezolano... ", sin el asado negro recalentado el 25 que sabe mejor que el 24, sin la parrilla en casa e' mi mamá el 01 de enero, donde iban llegando todos los amigos, y los amigos de mis amigos... Es imposible conseguir un lugar donde sentir mi navidad de toda la vida si ya no existe mi Venezuela amada.  Y me permito llorar, sentir rabia por este desastre criminal que nos tocó vivir, se vale gritar, se vale añorar... 

Se vale sentir desde los tuétanos hasta la piel esta
"Nostalgia navideña de una inmigrante Venezolana".